martes, 20 de febrero de 2007
viernes, 16 de febrero de 2007
EL PADRE
El bebé estaba en una canasta al lado de la cama, y llevaba puesto un pelele y un gorro blanco. La canasta de mimbre estaba recién pintada, acolchada con pequeños edredones azules y sujeta con cintas de color azul claro. Las tres hermanas y la madre, que se acababa de levantar de la cama y aun no se había despertado del todo, y la abuela rodeaban todas al bebé y observaban cómo miraba con fijeza y de cuando en cuando se llevaba el puño a la boca. No sonreía ni reía, pero a veces parpadeaba y movía la lengua entre los labios cuando una de las niñas le pasaba la mano por la barbilla.
El padre estaba en la cocina y les oía jugar con el bebé.
-¿A quién quieres tú, pequeñin? –Dijo Phyllis y le hizo cosquillas en la barbilla.
-Nos quiere a todos -dijo Phyllis-, pero al que quiere de veras es a papá. ¡porque papá también es chico!
La abuela se sentó en el borde de la cama y dijo:
-¡Mirad su bracito! Tan gordo. ¡Y esos deditos! Igualitos que los de su madre.
-¿No es una preciosidad? –dijo la madre-. Tan sano, mi niñito. –Se inclinó sobre la cuna, besó al bebé en la frente y tocó la colcha que le tapaba el brazo-. Nosotros también le queremos.
-¿Pero a quién se parece, a quién se parece? –exclamo Alice, y todas ellas se acercaron a la canasta para ver a quién se parecía.
-Tiene los ojos bonitos –dijo Carol.
-Todos los bebés tienen los ojos bonitos –dijo Phyllis.
-Tiene los labios del abuelo –dijo la abuela-. Fijaos en esos labios.
-No sé… -dijo la madre-. No sabría decir.
-¡La nariz! ¡La nariz! –grito Alice.
-¿Qué pasa con su nariz? –preguntó la madre-
-En la nariz se parece a alguien –dijo la niña.
-No, no sé… -dijo la madre-. No creo.
-Esos labios… -dijo entre dientes la abuela-. Esos deditos… -dijo, destapando la mano del bebé y extendiéndole los menudos dedos.
-¿A quién se parece este niño?
-No se parece a nadie –dijo Phyllis, y todas se acercaron aún más a la canasta.
-¡Ya sé! ¡Ya sé! –dijo Carol-. ¡Se parece a papá! –Todas miraron al bebé de muy cerca.
-¿Pero a quién se parece papá? –preguntó Phyllis.
-¿A quién se parece papá? Repitió Alice, y entonces todas ellas miraron a la vez hacia la cocina, donde el padre estaba en la mesa, de espaldas a ellas.
-¡Vaya, a nadie! –dijo Phyllis, y se puso a lloriquear un poco.
-Calla –dijo la abuela, apartando la mirada. Luego volvió a mirar al bebé-
-¡Papá no se parece a nadie! –dijo Alice.
-Pero tendrá que parecerse a alguien –dijo Phyllis, secándose los ojos con una de las cintas. Y todas salvo la abuela miraron al padre, que seguía sentado en la cocina.
Se había dado la vuelta en su silla y tenía la cara pálida y sin expresión.
Sacado del libro de cuentos "¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?" de Raymond Carver